MI LUGAR, MI SITIO, MI ESPACIO

 Escribir no sólo depende del ordenamiento laberíntico de nuestro cerebro, no sólo funciona con la generación de ideas que uno capta en la noosfera, a través de insondables sinapsis que van más allá de la neuronas. Escribir es una comunicación mecánica con la materia oscura que nos rodea y de la cual apenas comenzamos ahora a saber algo. El 21% de lo observable es materia oscura y 70% energía oscura. Ya me dirán ustedes lo poco que sabemos de nosotros mismos y de nuestro entorno.
Para mí, sin embargo, tiene alguna importancia ese entorno inmediato, estas imágenes que me rodean un 90% de mi tiempo o de lo que supongo que es mi tiempo.
 Libros entre los que me siento a gusto, que me sorprenden por el esfuerzo que han supuesto, por los sueños que han permitido
 por su posible inutilidad en una gran mayoría de los casos. Pero que constituyen la base del conocimiento que nos ha traído hasta aquí, desde la edad remota, huyendo tal vez de nosotros mismos o buscando un ideal que parece pertenecer al mundo de los sueños o de las sombras.

y un espacio reducido en la Bahía del Tigre, suficiente para el remate final de mis novelas:

el resto es el universo entero, sus espacios vacíos y sus rincones mágicos o las noticias de atrocidades que hacen de nosotros una estúpida raza, incapaz aún de desarrollar algo más del 10% del cerebro que guardamos dentro del cráneo.