El autor se embarca en una aventura sobre el arte de pintar, desde la perspectiva de una mujer en la última etapa de su vida, una existencia dedicada, en exclusiva, a sus sueños de plasmar, en cada lienzo, las razones, de una serie de personajes, que definen, en sus retratos, no sólo sus personalidades evidentes sino sus vísceras, las motivaciones de sus movimientos, de sus tragedias y sus enfrentamientos con el destino. Basándose en la filosofía actual y en las perdidas razones que expresaron una serie de genios de la pintura, a través de la historia, va armando una trama llena de misterios, de posibilidades, de incógnitas que definen la pasión por un arte que trasciende la mirada de cuantas miles de personas se plantan ante un cuadro y creen comprender aquello que ven plasmado a través de miles de cientos de pinceladas entrelazadas, esa magia de corpúsculos que barnizan un espacio plano, donde la luz y las sombras hacen emerger algo similar a la realidad de un tiempo pasado, contarnos historias, mentirnos, en definitiva, con algo que pudo ser pero no fue, más allá de delicadeza y la técnica de esa mujer -el personaje central-, que vuelca su propia historia en lo que ve, lo que escucha, lo que piensa, en el universo de sus muchos modelos. Una narración sorprendente, más allá de simple entretenimiento, confesiones de una anciana que no teme a la muerte y está dispuesta a jugar con ella, con sus armas, sus pinceles, sus paletas y su arte.
Personajes reales e irreales, situaciones cotidianas donde lo lógico se transforma en misterio, se envuelve en preguntas, dan la vuelta a las soluciones que, hoy día, nos proporciona la ciencia, la metafísica y la filosofía; vidas truncadas sin previo aviso, algún que otro asesinato o suicidio cuya clave tendrá que descubrir el lector a través de estas páginas.
¿Se puede enlazar el fantasma de Einstein, los brujos y la crema de chocolate? Manuel Salado lo consigue sin dejar respirar a sus lectores.
Una narración extensa donde el personaje central aparece cuando menos se le espera, desentrañando los enigmas de todo lo contado con anterioridad, haciendo preguntarse al lector si todo lo leído, hasta ese momento, fue real o parte de su propia imaginación. Para lograr este engaño, Salado va enlazando las claves de cada personaje con las opiniones de un buen número de autores famosos -opiniones reales-, como si éstos, en sus tiempos pasados, hubiesen captado el juego de esta historia, dejando semillas, en sus propias obras, que florecerían años o siglos más tarde.
Manuel Salado nos confiesa -para Todoliteratura-, que escribir esta novela cuando está a punto de alcanzar los ochenta años y tener en la espalda otras cuarenta y dos publicadas, ha sido como bañarse en un arroyo virgen y nadar contra corriente, brazada a brazada, con la vista puesta en un Sol radiante de amanecer. Sentir que el futuro aún está lejos, y su fuerza de viejo tenista en activo, aún tiene un largo recorrido.